Actriz y directora general del Instituto Vasco Etxepare
Aizpea Goenaga Seve Calleja Alex Oviedo Instituto Etxepare
Desde la terraza del edificio de Tabakalera se ve el puente de María Cristina, la nueva estación de autobuses y el skyline de San Sebastián, con la silueta recortada de la catedral del Buen Pastor o el Sagrado Corazón en lo alto del Monte Urgull. También la sede del Zinemaldia y un horizonte de mar y nubes. Es un día pintado de gris, propicio para la charla; de ahí que la mantenida con Aizpea Goenaga (San Sebastian, 1959) sea larga, amena, repleta de sonrisas y simpatía. Desde junio de 2010, Goenaga cogió las riendas del Instituto Vasco Etxepare, cuya sede funcional y moderna se sitúa ahora en la segunda planta de Tabakalera. Diplomada en Magisterio y Arte Dramático por Antzerti, con estudios de interpretación, dirección y dramaturgia, la actriz donostiarra ha participado en multitud de montajes teatrales (Pekata Minuta, Dakota, Metxa), películas (El polizón de Ulises, Ander eta Yul, Santa Cruz, el cura guerrillero, Yoyes), series de televisión (Hau da A.U., Bi eta bat, Goenkale), además de ejercer como directora (Zeru Horiek, Secretos de Cocina). Una labor que relegó a un segundo plano desde que llegó a Etxepare. “Quizás el mundo se haya librado de una actriz tan pesada y una escritora teatral tan mediocre”, dice riendo.
Sin embargo, no se podría entender la actual labor de Aizpea Goenaga sin echar una mirada a sus primeros pasos como actriz o directora teatral. “Creo que tenía seis años cuando hice mi primera función, y recuerdo la emoción, o el traje que me hizo mi madre; con trece años montamos un grupo de teatro escolar y a partir de ahí siempre he estado ligada a la escena”. Como estudiar artes escénicas resultaba algo lejano, marchó a Madrid para hacer comedia musical. Regresaría al ponerse en marcha Antzerti “y comencé lo que era una carrera más profesional”.
Pero dedicarse al teatro en Euskadi suponía tocar muchos palos: interpretar, dirigir, escribir sus propias obras, participar en cine o televisión… “Tenía trece años cuando hice mi primera película, una escena en Euskal Herri-Musika, de Fernando Larruquert, con Javier Aguirresarobe como director de fotografía. Pronto comencé a trabajar con Txirri, Mirri eta Txiribiton en televisión: miraba a la cámara y contaba un cuento durante seis u ocho minutos. Era otra forma de entender la televisión. También coordinaba con Mertxe Ezeiza la revista Ipurtbeltz”.
Existía entonces una tensión política y social “con ese conflicto entre las distintas miradas sobre nuestro entorno que trajo tanto sufrimiento, y que estaba muy presente en la forma de entender el mundo del euskera y castellano. Pero en el teatro coexistían ambos mundos, por supervivencia quizás. Fuimos los más comprometidos en dar respuesta a las dos realidades de nuestro país”.
El hábito de dirigir en teatro le llevó a hacerlo también para cine y televisión. “Para mí no existe un flujo de trabajo como director o actor. Normalmente cada obra te lleva de un lado a otro. Es como cuando empiezas a escribir, que lo haces de una manera pero la historia te arrastra. Me gusta dirigir, me gusta esa mirada global de la dirección. Aunque sufres muho. A veces tienes la sensación de que eres como la maestra que ha de saber de todo y a la que todo el mundo pregunta”.
Trabajar por la cultura vasca
Desconoce si la dirección teatral le ha servido en su etapa al frente de Etxepare, aunque cree que le ha ayudado en “a la hora de convivir con la gente”. Para Goenaga Etxepare no era un proyecto administrativo al uso, “no es un trabajo de ocho a cinco; trabajas con el euskera y la promoción de la cultura vasca, que son materiales muy sensibles. Quizás sea eso lo que he heredado del teatro, entender que la cultura es una forma de vida, no tiene un horario”.
Hace ya siete años desde que se pusiera al frente de un proyecto que empezaba “casi desde cero, con una ley, una relación de puestos de trabajo impugnada por los sindicatos y una sede en obras. Y un estudio de María Jose Olaziregi —la actual directora para la promoción y difusión del euskera del Instituto—, más dirigido quizás al ámbito universitario. Pero sin agenda, ni contactos…” Desde entonces, Etxepare ha buscado no sólo crear un equipo de trabajo estable sino también relacionarse con aquellas personas que conocen la cultura vasca. “Había una parte de darse a conocer, pero no podíamos dedicarnos a reflexionar, porque ya habíamos detectado toda una serie de necesidades. En el ámbito del euskera funcionamos sobre todo a nivel académico. Tenemos una red de casi cuarenta lectorados, además de cátedras, que nos ayudan a cumplir nuestro principal objetivo: la promoción de la lengua y la cultura vasca fuera del ámbito natural del euskera”.
Se ha generado así una red en países como Francia, Reino Unido o Estados Unidos. “Pero no sólo es la lengua, porque muchas veces a la lengua se llega a través de la cultura. Y éste sí es un trabajo muy lento”, subraya Goenaga. En el ámbito de la cultura Etxepare se ha centrado en dos aspectos: la industria “con la presencia en ferias para que distribuidores o productores puedan vender tanto cine, música, teatro, danza, cómic, y puedan posicionarse en mercados extranjeros; y los creadores, para conformar una red entre ellos y nosotros. Porque contamos con un nivel muy alto de creadores, conocidos y respetados en el extranjero”.
Con una dotación económica fundamentalmente del Gobierno Vasco, la idea de Etxepare es crecer y buscar la colaboración de otros agentes culturales, “no sólo universidades, sino también Euskaltzaindia, el Festival de Cine de San Sebastián o el Azkuna Zentroa, por ejemplo”. Todo para mantener su apuesta por la cultura y la lengua vascas.
En la foto, junto al escritor Seve Calleja.